Santiago (IV) en el siglo segundo, el de las cartas canónicas


El estudio de las tradiciones relacionadas con Santiago nos llevan directamente a la carta canónica que se le atribuye. Ahora bien, ¿fue escrita por Santiago? ¿Es posible datarla en el siglo I? Existe una gran discución al respecto. Hoy muchos autores se inclinan por una respuesta afirmativa a ambas preguntas. Personalmente tiendo a pensar que es una obra pseudográfica proveniente del siglo II (siguiendo especialmente a D. Nienhuis, Not by Paul Alone). ¿Por qué? Por varias razones: primero, la mención más temprana que tenemos de la carta de Santiago es de Origen. Dada la gran importancia de Santiago en la historia de la Iglesia primitiva resulta muy extraño que ningún otro autor mencione o utilice la carta con anterioridad. Muchos autores apelan a a una supuesta dependencia literaria de esta carta en el Pastor de Hermas, pero, tal como concluyen tantos otros exégetas, las razones no son concluyentes. Bien se podría decir que fue el autor de la carta quien dependió del Pastor de Hermas, obra que desde muy temprano fue leída y admirada. Segundo, si bien es verdad que existen ecos muy primitivos en la carta, esto no es prueba necesaria de su antigüedad. La carta bien puede ser una obra del siglo II que recogió tradiciones más antiguas. Incluso la ausencia de cualquier mención a la destrucción del Templo puede ser entendida como una técnica psudográfica como bien vemos en las llamadas cartas pastorales. Tercero, si bien el texto incluye varias expresiones hebreas y arameas, su lenguaje original es un griego sofisticado y culto, lo que es difícil de atribuir a Santiago, más si lo comparamos con el griego mucho más simple de las cartas paulinas. Cuarto, a pesar que el autor apela a que el lector cumpla con toda la Ley (2,10), no menciona ningún aspecto ritual de ésta, lo que es inusual considerando que el Templo todavía estaría en funciones. Quinto, la famosa propuesta de la carta respecto a la justificación no sólo por la fe en cuanto a que ésta necesita de las obras (2,21-24) sólo tiene pleno sentido en un contexto de polémica post-paulino. Sexto, la ausencia de temas cristianos como el mismo Cristo, la resurrección, el juicio, la eucaristía, el Espíritu Santo, son más aparentes que reales. Así, las doce tribus de Israel (1,1) bien pudo entenderse como el Israel espiritual conformado de cristianos gentiles y judíos; la palabra kiriou es mencionada 14 veces, en dos ocaciones para referirse a Jesús (1,1; 2,1) y el resto a Dios o a Jesús (1,1.7; 3,9; 4,10.15; 5,4.7.8.10.11.14.15); la referencia al Padre de la Luz que da vida a través de la palabra de verdad (1,17-18) bien puede referirse a la regeneración cristiana; el mandamiento principal en 2,8 bien puede interpretarse desde el punto de vista cristiano como parte de la enseñanza de Jesús; el venerable nombre invocado sobre vosotros (2,7) bien puede entenderse como el bautismo, etc. Todas estos argumentos nos hacen pensar que la carta no fue escrita por Santiago, sino por alguna otra persona en los inicios del siglo II al modo pseudográfico.

Este escenario sería confirmado si consideramos que el Santiago descrito en la carta concuerda muy bien con la imagen que se tenía de él en siglo II, especialmente la que manejó Hegesippus. En la carta a Santiago se le describe entre lineas como ambiguo respecto a las ramas principales del cristianismo; más orientado a la Ley que a los evangelios; más como un héroe del AT que de la Iglesia; más como un siervo de Dios que un apóstol. Esta descripción tan judía de Santiago, junto con las omiciones respecto al valor soteriológico de la cruz, a la resurrección, a Jesús como la Sabiduría, entre otros tempranos temas cristianos, indican que probablemente el autor de la carta no escribía a judeo-cristianos del siglo I, sino a cristianos del siglo II para que precisamente recordasen las raíces judías de la fe y las prácticas del cristianismo, para que no olvidasen la continuidad entre la antigua y la nueva alianza . En ese sentido sería plausible especular un mismo ambiente cultural y geográfico entre la Carta de Santiago y el Evangelio de Mateo.

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