Experiencias religiosas y conflictos en el cuarto evangelio (IV)


La negación a los viajes celestiales no es sólo una opción teológica-literaria en el cuarto evangelio. Las comunidades joánicas se oponen a una experiencia religiosa determinada (los viajes celestiales) desde otras experiencias religiosas alternativas. Esto tiene importantes consecuencias para el grupo porque el contenido del cristianismo, sus valores y la concepción del cosmos y del hombre los van definiendo a partir y en dialogo con estas experiencias religiosas. A través del texto joánico es posible discernir diversas formas de experiencias religiosas. Así, por ejemplo, se insiste en la importancia del bautismo (3,5; 9,6-7.35-38), la eucaristía (6,35.51-58), del pedir en el nombre de Jesús (14,13.14;15,16;16,24.26), en la acción del Espíritu como testigo y como aquel que recuerda y enseña a la comunidad sobre Jesús (14,26; 15,26), etc. Uno de los tipos de experiencia religiosa más relevantes en la vida de la comunidad joánica es el que deriva de la escenificación litúrgica del texto como rito. La experiencia religiosa a la que nos estamos refiriendo consiste en hacer propio, de manera más o menos intensa, un relato, con sus personajes, circunstancias y valores, por parte de un individuo o colectividad, cuando este relato es proclamado o representado por oradores expertos o no, en un contexto ritual o ceremonia litúrgica. Se trata de una situación o momento de gran intensidad afectiva –personal y grupal–, en el marco de un encuentro con lo divino que se manifiesta a través de los elementos dramáticos en juego. La escenificación litúrgica en la antigüedad suponía la utilización de una serie de recursos con los que estimular los sentidos de la audiencia y producir una identificación con el relato, el narrador y/o los personajes. Por ejemplo, por medio de gestos, tonos, repeticiones, humor y otras técnicas, usadas por el narrador o el actor, sea que se proclame o represente, y que se pueden identificar hoy en día gracias a la crítica narrativa. O por medio del empleo dramático del espacio físico que se utilizaba como escenario y que se puede conjeturar a partir de los textos, o echando mano a otros medios sensoriales como la luz, el color, el vestuario, los aromas, la música y el canto, etc. Lo decisivo era que la experiencia narrada o representada se hiciera experiencia del auditorio a través de la apropiación afectiva de la misma mediante la sintonía cordial, la aversión o el rechazo, la identificación vicaria, la condena de los contravalores de la historia, la aceptación de los actitudes y actuaciones que se alaban, los aplausos espontáneos, las bromas, risas y, en general, todo género de emociones. Todo esto hacía que la escenificación litúrgica del texto como rito se convirtiera en un espejo que reflejaba las aspiraciones, contradicciones y conflictos del grupo humano. Como rito confirma, cada vez que se práctica, el mito, los valores y creencias de la comunidad dotándolos de contenido ético. Como cualquier experiencia religiosa, tiene o puede tener dimensión colectiva pero nunca falta, lógicamente, la dimensión individual, la de las personas que la protagonizan. En la experiencia religiosa que deriva de la escenificación litúrgica del cuarto evangelio, el encuentro entre lo humano y lo divino propio de toda experiencia religiosa se produce a través de la identificación con el relato y sus personajes, especialmente profundizando una y otra vez en la identidad de Jesús, con la consiguiente transformación de las personas que participaban en ella en creyentes o hijos de Dios.

Para comprender la manera en que la escenificación litúrgica del evangelio puede producir una experiencia religiosa debemos fijarnos en tres aspectos importantes. El primero es tener en cuenta algunos elementos de la lingüística pragmática que nos pueden ayudar a captar el carácter práctico del lenguaje, es decir, su capacidad para actuar sobre el mundo a través de las acciones o actitudes que intenta motivar en los destinatarios. Esta es una característica fundamental a la hora de analizar la fuerza operativa del lenguaje en la celebración cultual del texto y la experiencia religiosa que de ella se deriva. El segundo aspecto se relaciona con el primero y es la práctica social, vigente en la Antigüedad, de proclamar o representar los textos, que nos permite comprender la función que originalmente tuvieron los evangelios y su estrecha relación con la lectura oral, marco que posibilita la experiencia religiosa. El tercer aspecto es el conjunto de rasgos dramáticos que posee el cuarto evangelio y que se pueden apreciar con la ayuda de la crítica narrativa. Esta subdisciplina de la crítica literaria nos permitirá captar la forma de interacción con su audiencia para la que el cuarto evangelio ha sido diseñado. Así podremos conjeturar cómo el autor implícito logra que la audiencia paradigmática se identifique con la historia y sus héroes, y por el contrario sienta aversión por los antagonistas, dando lugar así a una experiencia religiosa. Estos tres aspectos (el carácter escenificable del lenguaje, la recitación o representación del texto y los elementos dramáticos) nos sirven para demostrar que la representación o proclamación litúrgica del texto joánico era efectivamente utilizada como inductor de una experiencia religiosa.

Esto adquiere especial relevancia cuando estudiamos algunos textos que se encuentran en abierta polémica con los viajes celestiales. El primer ejemplo está dado por Jn 2,23-3,21. A través del modelo propuesto se puede conjeturar con un alto grado de probabilidad que su representación o proclamación en un contexto ritual o litúrgico producía una experiencia religiosa en la audiencia paradigmática. Esta experiencia era provocada por la fuerza ilocucionaria asertiva y comprometedora (pragmática lingüistica) de muchas de sus afirmaciones; las emociones que generaba el relato y los personajes mediante los mecanismos de identificación con los valores y proposiciones del protagonista y de desafección con el o los antagonistas; la rememoración de la historia, las alusiones bíblicas y una serie de técnicas dramáticas como el uso del espacio, del tiempo, la tesis-antítesis, la invectiva, el malentendido y el equívoco. Esta experiencia religiosa permite acceder a dos dimensiones muy importantes a quien la vive. De una parte, se toca lo divino y lo trascendente al aceptar a Jesús y adherirse a Él. De otra, uno encuentra respuesta a preguntas humanas fundamentales, como son las que se refieren a la identidad (el ir configurándose como cristiano), el sentido de la existencia y el juicio de la conducta. Lo mismo se puede afirmar respecto a Jn 13,31-14,30, también en contexto polémico con los viajes celestiales. Si aplicamos el modelo propuesto podemos afirmar con un alto grado de certeza que este texto se representaba o proclamaba, y que ésto producía una experiencia religiosa en la audiencia. El género literario de Testamento o Discurso de despedida, el tono afectivo con el que Jesús se dirige a sus discípulos (audiencia paradigmática), un vocabulario y dicción que repite y profundiza, la identificación con el protagonista principal y la desafección con los discípulos que le interrumpen, y la promesa como lenguaje performativo de carácter asertivo, comprometedor y expresivo que se utiliza precisamente durante la proclamación o representación, son sólo algunos de los elementos que explican y fundamentan la experiencia religiosa que producía en la audiencia paradigmática. Por último, y hablando de Jn 18,28-19,16a, sin duda la audiencia paradigmática vivía una experiencia religiosa al asistir y participar en la escenificación del juicio de Jesús. En este texto la acción dramática se desarrolla dentro y fuera del pretorio como lugar central de un escenario. El perfil de los personajes está elaborado en orden a provocar una fuerte carga emocional y una gran tensión tanto respecto al juicio de Jesús como al enfrentamiento entre Pilato y los judíos, presentados como voz colectiva. Los diálogos juegan constantemente con el doble sentido: uno, el superficial, el aparente y otro, el profundo, el oculto gracias al empleo reiterado de la ironía, el debate y las invectivas. Sólo la audiencia paradigmática puede entender el verdadero significado de lo representado porque le es conocida la verdadera identidad de Jesús rey y juez.


Ahora bien, estudiar la polémica de los viajes celestiales desde la experiencia religiosa que deriva de la escenificación litúrgica del cuarto evangelio tiene consecuencias muy importantes a la hora de entender el surgimiento y evolución del cristianismo primitivo.

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