El Descenso de Ishtar a los Infiernos y el mito gnóstico

El descenso de una divinidad a la tierra, el cumplimiento de su misión, y su retorno a su lugar de origen, es un patrón que encontramos no sólo en la historia del Logos (Jesús) en el cuarto evangelio, sino que es también el caso del mito greco-romano de Mitra, quien desciende a la Tierra para cumplir su misión y que luego asciende a los cielos. Esta historia será importante  en el temprano desarrollo gnóstico, especialmente en relación a la figura femenina de la sabiduría. Detrás de la historia de Mitra encontramos una larga tradición que descansa en el mito del Descenso de Ishtar a los Infiernos, poema que se remonta hacia el tercer milenio antes de nuestra era. Ishtar en la tradición mesopotámica es la diosa de la fecundidad, de la vida, de la salud, de la fertilidad, el amor, los placeres, y en algunos, de la guerra. Algunos textos la describen como el ornato del cielo, donde resplandece como piedra preciosa y que se eleva en el cielo al lado de su padre Sin (la luna) y de su hermano Shamash   (el sol). En la versión sumeria de este mito, cuando Inanna (Ishtar) desciende de los cielos hacia los infiernos se tiene que enfrentar con varios poderes que gobiernan los distintos cielos. Fijémonos en las preguntas que tiene que responder Inanna al portero infernal Neti. Primero, éste le pregunta quién es, y tras obtener la respuesta, se sorprende que la reina de los cielos haya venido al país del que no se vuelve. Luego le pregunta por el motivo de su descenso. Luego de responder,  la diosa tiene que atravesar por siete murallas sucesivas en las cuales se va despojando de sus atributos y alhajas (motivo que encontramos en el himno de la perla): la corona, el bastón, el collar, las gemas que lleva en el pecho, el anillo, el pectoral, sus velos...para finalmente quedar desnuda. Se ha despojado de su esplendor o gloria. Lo mismo que la sabiduría en los mitos gnósticos. La diosa ha quedado expuesta al juicio de los demonios. La santa Ereshkigal se sienta en su trono; lo Anunnaki, los siete jueces, pronunciaron su juicio. La asaetearon con sus miradas, sus miradas de muerte. La divina Señora (Inanna) se transformó en un cadáver, y este cadáver fue colgado de un poste. Cuando hubieron pasado tres días y tres noches, su mensajero Ninshubur llenó el cielo de gemidos. Luego la diosa vuelve a la vida y regresa a las moradas eternas acompañada de un cortejo de demonios.

La versión acadia del poema guarda una semejanza interesante con el papel que jugará el salvador en los posteriores mitos gnósticos. Cuando Ishtar ha descendido a los infiernos, el dios Shamash (el sol) se preocupa porque su hermana tarda en regresar, y se dirige a visitar a su padre el dios Sin (luna). Delante de él  llora porque se da cuenta de las catastróficas consecuencias de la ausencia de su hermana. Más que mal, ella es la diosa de la fertilidad, el amor, y los placeres. Entonces el dios Ea, presente en esta escena, concibió una imagen; creo a Atsushunamir (imagen esplendorosa), el afeminado, para que, cuando la diosa infernal  lo viese, se regocijase, y quedase encantada. Esto le daría la oportunidad de rescatar a Ishtar, siempre que no se dejase seducir por los encantos de la diosa infernal.

Los mitos gnósticos beben de varias fuentes. El mito de Mitra es una de las afluentes principales, que a su vez, se alimenta de antiguas historias y poemas del medio oriente. Para más detalles: Ignacio Gómez de Llaño, El círculo de la sabiduría, p. 134-136.

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